20 de enero de 2019

El Mundo Scrabble - LaVoz



El juego, que tendrá su lugar en el Congreso de la Lengua, es practicado por millones de persona en el mundo. Según los psicólogos, sirve para afianzar la memoria semántica.

Ilustraciones de Karlo Lottersberger.
Domingo 20 de enero de 2019 - 10:00


Si te gusta jugar con las palabras, si te aburriste de ganarles a tus hermanos, a tus primos y a tu abuela en el tablero del Scrabble, si con las fichas L, A, I, E, R, G, A, podés formar los vocablos “alegría”, “alergia”, “aligera”, “argelia”, “galería”, “legaría”, “regalía”, te tengo una mala noticia: no sos un genio.

El test para comprobarlo puede ser humillante. Entrá a cualquier sitio de internet donde se juegue Scrabble y es muy probable que abandones la partida antes de desarrollar un complejo de inferioridad irreversible.

En un artículo sobre el enfrentamiento entre Karpov y Kasparov por el título mundial de ajedrez, el escritor Martin Amis dice que “en ningún deporte, quizás en ninguna actividad humana, es tan astronómico el abismo que separa al aficionado del experto”. Una sensación parecida produce enfrentarse a un verdadero jugador de Scrabble.

Un ejemplo extremo: el neozelandés Nigel Richards, último campeón del mundo de la disciplina en inglés, también se consagró en francés en 2015, sin saber pronunciar una sola palabra de ese idioma. ¿Cómo lo hizo? Memorizó el diccionario en nueve semanas y ganó con el vocablo de siete letras “fureter” (husmear).

Pero lo interesante es que a diferencia del ajedrez o del Go, cuyos jugadores alcanzan su plenitud entre los 20 y los 40 años (Magnus Carlsen tiene 28 y Lee Sedol, 35), Richards ya superó los 50; el argentino Luis Picciochi, tricampeón mundial en español, tiene 44 años, y el también argentino Horacio Moavro, último campeón austral y primer ganador del programa televisivo Pasapalabra, 61. Es decir que hay tiempo para practicar y mejorar hasta la tercera edad.





En el Congreso

Justamente porque se trata de un juego en que las palabras desempeñan un rol esencial, no es raro que el Scrabble tenga su espacio en el Festival de la Palabra que precederá al Congreso de Lengua en Córdoba a fines de marzo. El lunes 25 y el martes 26 de ese mes habrá dos eventos vinculados con el juego.

El primer día será teórico, con charlas de docentes y de jugadores expertos, quienes disertarán sobre los beneficios del Scrabble para la agilidad mental y la educación. El segundo día será práctico. Se montará un tablero gigante y competirán dos equipos de 25 integrantes cada uno, coordinados por un especialista.

El Scrabble es considerado un deporte de la mente. Para jugarlo en el nivel de los expertos, hace falta un conocimiento minucioso del vocabulario y una cierta habilidad estratégica para ubicar las palabras en las casillas más convenientes. El término “zoo”, por ejemplo, puede valer sólo 12 puntos (10 por la Z y uno por cada O) o 36 si una de sus letras ocupa el casillero rojo que triplica el valor de la palabra.

Hoy es posible jugarlo en un tablero tradicional o de forma virtual, ya sea ante la inteligencia artificial o ante otros jugadores en red. Hay varias apps disponibles, pero los derechos de Scrabble en español pertenecen a Mattel y está disponible en Google Play. Permite compartir los resultados y las palabras de mayor puntaje en Facebook.

Pasión mundial

Según un artículo de la BBC, publicado en ocasión del 70° aniversario de la creación de Scrabble, en diciembre de 2018, ya se han vendido más de 170 millones de unidades del juego de mesa en 120 países y hay versiones en 29 idiomas.

En realidad, el invento del arquitecto neoyorquino Alfred Butts data de 1938, pero el formato definitivo llegó 10 años después, en 1948, aunque recién en 1952 empezó a ser rentable, de la mano del emprendedor James Brunot y del presidente de la cadena Macy’s, que decidió exhibirlos y venderlos en sus locales

En Estados Unidos y en Inglaterra, despierta tantas pasiones que incluso hay medios, como The Guardian o The New York Times, que le dedican una sección fija en sus páginas, con artículos sobre campeonatos y entrevistas a jugadores. Un periodista deportivo de The Wall Street Journal, Stefan Fatsis, escribió un libro clásico sobre el tema, Word Freaks (Locos por las palabras), en el que entre otras cosas cuenta cómo luego de cubrir un festival de Scrabble pasó de ser un jugador hogareño a un experto con ranking en la National Scrabble Asociation de los Estados Unidos.

Almacén semántico

La Argentina cuenta con algunos de los mejores jugadores en nuestro idioma. En el ranking de la Federación Internacional de Scrabble en Español (Fise), tres argentinos figuran entre los cinco primeros. Sin embargo, el juego no está muy extendido entre los jóvenes y los adolescentes, como si fuera una diversión de otra época, destinada a una generación de nerds anterior a los videojuegos.

Por ese motivo, Horacio Moavro, que además de gran jugador es dirigente de la Asociación Argentina y de la FISE, opina que el Congreso de la Lengua es un espacio ideal para que más gente se sume a los amantes del juego en el país. De todos modos, es cierto que como actividad social parece perfecta para personas de cierta edad, con tiempo para dedicarse a estudiar el diccionario y a pasar horas frente a un tablero.

La psicóloga Laura Manoiloff, directora del Equipo de Investigación de Psicología Cognitiva del Lenguaje y Psicolingüística de la Universidad Nacional de Córdoba, afirma que juegos como el Scrabble y los crucigramas sirven para afianzar la memoria semántica. “Memoria semántica es el conocimiento que tenemos sobre el mundo, que se va incrementando con la edad”, explica.

Ahí está la causa de que los mejores jugadores de Scrabble superen los 40 años. “A los 50 –dice Manoiloff– uno llega a un buen nivel, sobre todo la gente con acervo cultural y que lee bastante. Eso hace que el almacén semántico pueda ser mucho más rico que en un joven”. Es probable que a los 50 empiece el declive en algunas funciones, pero el almacén semántico se engrosa.

No obstante, la psicóloga subraya que tanto los crucigramas como el Scrabble tienen que generarle un esfuerzo a la persona, porque si siempre se mantiene en el mismo nivel, no implica un desafío para la mente.

En la mente de un experto

¿Qué significa un desafío para la mente? Tal vez la historia de Horacio Moavro sirva de respuesta. Tiene 61 años, es contador público, lo que le ha permitido cierta flexibilidad en los horarios para dedicarse al juego. En la página de la FISE, figura en el puesto 22° del ranking, con 2.191 puntos de ELO (sistema de clasificación adoptado del ajedrez).

Recuerda perfectamente cuándo empezó a jugar: un domingo de lluvia, cuando tenía 10 años, con su abuela y su tía como rivales. Años después, ya adolescente, en las vacaciones que pasaba con su familia en Miramar, se juntaba con un grupo de chicos que preferían encerrarse en una habitación frente a un tablero de Scrabble antes que cualquier otra clase de diversión que pudiera ofrecerles la playa.

El padre de uno de esos chicos, que a veces asomaba la cabeza sobre las fichas y les sugería alguna jugada mejor, fue el primer guía de Moavro en su viaje a los tesoros escondidos del Scrabble. Lo escuchó y se dejó ayudar por él. El resultado: ya no pudo volver a jugar con su familia. Sin embargo, pasaron más de dos décadas antes de que compitiera en un campeonato. Un día de 1998, vio un afiche en Rosario que anunciaba “Próximo sábado, torneo de Scrabble”. Y ahí, su vida cambió.

En la lista de consejos de Moavro a quien quiera jugar en serio, figura en primer lugar el ejercicio de memorización. Hay que conocer todas las palabras de dos letras en español (88 en total) y todas las de tres letras (más de 380). Por ejemplo, ‘pchs’ (deletrea: “pe, ce hache, ese”) es el único vocablo en español que no tiene vocales. En la vigésima segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española, el término aparece entre “pazpuerca” y “pe”, y su acepción es “interjección para denotar indiferencia, displicencia o reserva”. No se tomen el trabajo de buscar “shhh”. No figura.

En la mente

Moavro calcula que, entre el estudio del vocabulario y las partidas, le dedica un par de horas diarias al Scrabble, aunque en su mente las palabras siempre están dando vueltas, componiéndose y descomponiéndose, como si tuvieran vida propia.

Esa íntima obsesión de los jugadores de Scrabble puede provocar algún que otro malentendido.

Moavro cuenta que una señora ya grande, “a la que le temblaba la mano, pero la cabeza nada”, se había citado con un caballero en un bar frente a una librería.

La dama no podía concentrarse en la conversación y cada tanto sus ojos se desviaban hacia la vidriera de la librería en cuyo cartel se leía el nombre del local. No podía evitarlo: por más esfuerzo que hiciera su cabeza seguía buscando un anagrama de “Cúspide”. Movía las letras, cambiaba de lugar las sílabas, las acomodaba de distintos modos, hasta que de pronto pegó un grito que espantó al caballero: “¡Escupid!”. Siete letras, Scrabble, 50 puntos extra.

Edición Impresa

El texto original de este artículo fue publicado el 20/01/2019 en nuestra edición impresa.

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